En diciembre pasado, los isleños de Faial, en los Azores, Portugal, recibieron una visita completamente inesperada. Por las costas de una de sus playas sobre el océano Atlántico apareció el pez más grande visto hasta el momento.
Se trata de un pez luna, de la familia de los mola mola, que pesó 2.720 kilosaproximadamente -el peso de un auto modelo SUV- y midió poco más de tres metros. Esta especie pertenece a los osteíctios ya que tiene un esqueleto óseo -a diferencia de los tiburones y rayas que son cartilaginosos- y es el más grande registrado hasta el momento.
“Es muy raro encontrar peces grandes por estos días dada la sobrepesca y la degradación de su hábitat”, afirmó la ecologista marina en la Universidad de Rice, Kory Evans, quien no participó del hallazgo.
Sin embargo, José Nuno Gomes-Pereira, biólogo marino en la organización Atlantic Naturalist y coautor del paper donde se documentó el hallazgo afirmó a The New York Times que “no se trata de un ejemplar anormal cuyo gran tamaño se debe a una mutación genética” sino que, por el contrario, explicó que “estas especies puede llegar a este tamaño. Finalmente, hemos logrado ver y dimensionar a uno. Hay más de estos monstruos allí afuera”.
El cuerpo del animal apareció flotando en las costas de los Azores y, tras ser detectado por pescadores locales, se dio aviso a un grupo de científicos de la ONG y a las autoridades encargadas de la biodiversidad marina. Los especialistas procedieron a remolcar el cuerpo hasta el puerto de Horta, donde fue puesto en el suelo con la ayuda de un montacargas.
Allí, el animal ya muerto fue sometido a una serie de investigaciones y tanto el doctor Gomes-Pereira como sus colegas pasaron horas examinando su cuerpo, el contenido de su estómago y repasando sus medidas. A la hora de examinar sus órganos, el equipo tuvo la difícil tarea de cortar su piel que, según descubrieron, tiene un grosor de casi 20 centímetros.
Una vez finalizadas todas las observaciones, el animal fue enterrado en un terreno cercano ya que, por sus grandes dimensiones, era imposible para cualquier museo local tenerlo en exposición.
A pesar del árduo trabajo de los científicos, no pudieron determinar la edad exacta del pez. Gomes-Pereira estimó que la criatura tenía al menos 20 años, cercano al máximo de tiempo que se cree que esta especie viviría -aunque no se sabe con seguridad su esperanza de vida-.
Por su parte, hubo un dato que ayudó a los investigadores a determinar la causa de su muerte. Una contusión en uno de los lados de la cabeza del animal apuntó a pensar que se habría golpeado con un barco. A raíz de esto, el equipo remarcó la importancia de circular por las aguas con gran cuidado y tener en cuenta la vida marina.
Por último, el científico aprovechó este inusual descubrimiento para demostrarle a la gente que el océano aún está sano y en condiciones de albergar a los animales más grandes en el planeta y, por ello, es importante aumentar la conciencia y las medidas de preservación. “Es un llamado de atención sobre la necesidad de que impulsemos más medidas sobre la conservación” del ecosistema, aseguró.
El último registro de un pez de dimensiones similares fue también sobre un ejemplar femenino de esta especie en Japón en 1996. Ese osteíctio pesó 2.300 kilogramos y midió poco más de 2,5 metros.
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