Los saltos temporales, son los que mueven la trama en este show y que todos los episodios sean más geniales que los otros.
Ya han pasado seis años y el rey Viserys Targaryen está en su última etapa de vida; por lo que, en este episodio, decide poner todas las cosas en orden antes de llegar a su fallecimiento.
Rhaenyra es llevada a una audiencia por el hermano de Corlys Velaryon, Vaemond, donde se le juzgará y acusará, frente a toda la familia, el linaje de sus hijos.
La reina Alicent hace de las suyas para que los Hightowers lleven la ventaja, como también Vaemond para obtener la herencia de la familia Velaryon: Driftmark.
Sin embargo, todo se cae cuando el rey Viserys deja claro que el hijo de Rhaenyra, Lucerys, es un verdadero Valeryon y será el heredero de Driftmark.
Esto deja a Vaemond fuera de su control ofendiendo y maldiciendo a Rhaenyra y a sus hijos en sus caras, pero Daemon le pone fin cortándole la cabeza, en una de las mejores escenas del episodio.
A nadie le queda nada más que hacer, solo estar de acuerdo con el mandato del rey.
Esa misma noche en su lecho de muerte, un agonizante Viserys confunde a Alicent con Rhaenyra, y el juego se complica una vez más cuando, con sus últimas palabras, el rey le dice a la reina que Aegon era “El Príncipe que fue Prometido”, sin especificar si se trataba de su hijo o de su nieto.
En resumen, este capítulo aviva mucho más el fuego para este gran cierre que veremos en dos domingos.
En este episodio seguimos viendo la misma calidad dentro de la dirección y su escritura, resaltando mucho esta ruptura en la amistad de Alicent y Rhaenyra, y cómo esta grieta crecerá con el cierre de este episodio.
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