Las bandas armadas han desatado una ola de violencia en Haití.
La tragedia haitiana se puede ver ya desde el aire. Cuando un avión sobrevuela la isla de La Española es fácil, con cielo despejado, distinguir la frontera entre Haití y la vecina República Dominicana por el color de la tierra: el oeste, el territorio haitiano, está casi totalmente deforestado, mientras que el este conserva buena parte de sus bosques. Solo el 2 por ciento del suelo de Haití mantiene su cobertura forestal, frente al 42,8 por ciento en República Dominicana, según datos publicados en Santo Domingo en 2021.
Pero la deforestación es solo uno de los múltiples problemas que azotan Haití, el país más pobre del continente americano y castigado a lo largo de sus casi 220 años de historia por catástrofes naturales, golpes de Estado y sangrientas insurrecciones. El último es una ola de violencia desatada por bandas criminales que controlan ampliamente la capital, Puerto Príncipe, y otras regiones del país.
Problemas de seguridad y estructuras endebles
La Oficina Integrada de Naciones Unidas en Haití (BINUH) informó en agosto de 2022 que al menos 188 personas murieron y otras 120 resultaron heridas, solo entre abril y mayo, a causa de enfrentamientos entre pandillas que se disputan el control de Puerto Príncipe. Se estima que en todo el país operan unos 90 grupos criminales. Y la violencia ha aumentado considerablemente tras el asesinato, en julio de 2021, del presidente Jovenel Möise. Sobre todo en Puerto Príncipe, una ciudad que siempre ha tenido problemas de seguridad y en el que las estructuras estatales son endebles desde hace años.
Accesos a Puerto Príncipe, bajo el control de bandas
"El problema de la violencia se centra en Puerto Príncipe", dice a DW el representante del Programa Mundial de Alimentos en Haití, Jean-Martin Bauer. "Los enfrentamientos entre bandas afectan a la población y genera desplazados. Vi el caso de una mujer embarazada afectada por un tiroteo. Pasó la noche tumbada en el suelo y en la mañana tuvo que huir a pie, luego de que una banda prendiese fuego a su casa", cuenta.
La violencia impide el comercio o que la gente vaya a trabajar, agrega el cooperante. "Los principales accesos a Puerto Príncipe están bajo control de las bandas y eso tiene un impacto en el resto del país. El sur, por ejemplo, no tiene acceso a Puerto Príncipe desde hace un año. Y la consecuencia para los tres millones de personas que viven en el sur son precios mucho más altos y la escasez de combustible. El sur es un área agrícola productiva y ahora no pueden vender sus productos en Puerto Príncipe", explica Bauer.
Fracaso internacional
Tampoco la comunidad internacional ha conseguido resolver los problemas haitianos. El país caribeño ha recibido millones de dólares en ayudas tras el terremoto de 2010, uno de los más devastadores en décadas en todo el mundo. La cooperación, sin embargo, no ha ayudado a construir instituciones estables ni a reforzar al frágil Estado haitiano.
"Los últimos 20 años de presencia de la comunidad internacional en Haití constituyen uno de los fracasos más importantes y evidentes de las medidas realizadas en el marco de cualquier acción de cooperación internacional", señalaba la Organización de Estados Americanos (OEA) en agosto, en un lapidario comunicado. Pese a ello, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, no descartaba recientemente una nueva misión de los cascos azules en Haití.
"Esa es una de las líneas de acción que hay que considerar muy seriamente", dijo Almagro en una entrevista con el Miami Herald, en la que criticó además la retirada en 2017 de la controvertida Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). A la tropa, desplegada en 2004, se la responsabilizó de haber llevado el cólera a Haití.
Para el Programa Mundial de Alimentos, el tiempo apremia para aumentar la ayuda al país. "Las estadísticas oficiales muestran que 4,5 millones de haitianos viven en una situación de inseguridad alimentaria", alerta Bauer.(ms)
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