Carter, junto a un colaborador egipcio, trabaja en el sarcófago del faraón Tutankamón, muerto a los 18 años “Si esa maldición existiera, yo habría sido la primera víctima. Sin embargo, estoy aquí”, solía responder Howard Carter , siempre un tanto irritado, cuando en sus conferencias alguien del público le preguntaba sobre la maldición de Tutankamón . También lo decía en privado, pero al final de la frase agregaba su propia maldición: “¡Maldito, Conan Doyle!”.
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