Foto de archivo de un indigente caminando frente al Ministerio de Economía de Brasil, en Brasilia (REUTERS/Ueslei Marcelino)
En los próximos días de campaña hasta la segunda vuelta, el reto económico será el verdadero desafío en el que Lula podría caer y Bolsonaro ganar, o viceversa. Los pronósticos para el futuro ministro de Economía en caso de victoria de Lula han comenzado. La revista brasileña Veja reveló que fuentes del Partido de Los Trabajadores (PT) darían cómo segura la nominación del ex presidente del Banco Central Henrique Meireilles, quien también fue ministro de Economía en el gobierno de Temer. Sin embargo, Meirelles, según el sitio web de noticias “O Antagonista”, negó cualquier invitación del PT para el cargo.
Mientras tanto, en sordina, la prensa brasileña también reveló cómo otra opción del PT el nombre de Alexandre Padilha. Esta sería una novedad única en la historia de Brasil porque, por primera vez, no sería un economista sino un médico quien ocupará este cargo. Padilha, de 51 años, es un fiel seguidor de Lula, de quien fue ministro de Relaciones Institucionales mientras, en el gobierno de Dilma Rousseff, fue ministro de Salud.
Su nombre surgió incluso en una importante reunión informal celebrada hace unos días, en la que el ex presidente se reunió con la élite de las finanzas y la industria brasileñas. Un eventual nombramiento de Padilha sería, por tanto, un contrapunto a un gobierno de Bolsonaro que, a pesar de los excesos y el despilfarro, ha tenido como ministro de Economía a Paulo Guedes, un seguidor de la escuela liberal de Chicago que se ha dotado de una agenda reformista y centrada en las privatizaciones. Guedes deja atrás un Brasil con unas previsiones de crecimiento para 2022 que superan por primera vez en 41 años incluso a las de China. Un aumento del Producto Interior Bruto (PIB) de entre el 2,9% (Goldman Sachs) y el 3,25% (Bank of America), superior al 2,8% previsto para Beijing por el Banco Mundial.
En Brasil el PIB nacional creció un 0,6% en julio con respecto a junio, impulsado por la actividad de los sectores industriales y de los servicios. Según el Monitor del PIB de la Fundación Getulio Vargas (FGV), la economía brasileña creció 3,1% en comparación con el mismo período del año anterior, y cerró con un aumento del 3,3% en el trimestre móvil que terminó en julio. El desempleo cayó al 8,9%, el más bajo desde 2015.
También las exportaciones aumentaron un 1,6% y Brasil sigue siendo el primer exportador mundial de carne y el cuarto de cereales. Se estima que la riqueza producida en el país fue de 5,4 mil millones de reales en agosto.
Sin embargo, los retos económicos de Brasil siguen siendo gigantescos. Aunque el país ha conseguido frenar la inflación, llegando incluso a la deflación en los últimos tres meses, una distribución más equitativa de la renta sigue siendo el principal problema, amplificado por la explosión del trabajo informal. El 10 % de los brasileños más ricos posee el 60 % de la renta nacional, según los datos del The World Inequality Report 2022. El resultado es que 33,1 millones de personas, el 15% de la población, viven en condiciones de inseguridad alimentaria severa.
Lula, a pesar de sus vicisitudes judiciales, se presenta ahora ante los votantes como una especie de “Deus ex machina” capaz de “devolver la picaña a todas las mesas brasileñas”. Pero muchos se preguntan cómo tendrá éxito en este desafío y cuáles serán sus orientaciones económicas en un mundo con retos geopolíticos cada vez más globalizados y con el fantasma de la corrupción de su reciente pasado.
Lamentablemente, Lula decidió no divulgar un texto final de su plan económico de gobierno antes de la primera vuelta, obligando así a los votantes a firmar una especie de cheque en blanco. El motivo de esta decisión parece ser el temor a crear descontento popular en caso de victoria y a perjudicar posibles alianzas políticas de cara a la segunda vuelta. En las 21 páginas de su programa entregadas por su partido al Tribunal Supremo Electoral, tal y como exige la ley, no hay ningún plan relacionado con la economía sobre el que, incluso en sus debates o mítines, Lula no ha ofrecido ninguna anticipación. Al igual que Bolsonaro, el ex presidente tampoco explica a sus votantes de dónde sacará el dinero para financiar a partir de enero el subsidio para los pobres, Auxilio Brasil, y cómo controlará la inflación. A pesar de que en cada discurso recuerda el esplendor económico de sus mandatos (2003-2010) se olvida de explicar a los votantes que las condiciones internacionales de la época con el auge de las materias primas ya no existen hoy.
“Los empresarios saben qué esperar de un gobierno del PT”, dijo Lula a The Economist y luego agregó que en su gobierno los brasileños estaban “felices”. Sin embargo, explicar los fundamentos de su proyecto económico a los votantes sería también una forma de respeto después de que el gobierno del PT de Dilma Rousseff había hecho sufrir a los brasileños la mayor recesión desde principios del siglo XIX. Además, cuando el crecimiento se ralentizó, el gobierno de Dilma siguió estimulando la economía mediante préstamos para gastar más, llevando al endeudamiento casi 60 millones de brasileños.
¿Qué esperar entonces de este Lula 3.0? Sobre su posible tercer mandato, el ex presidente ha enviado señales contradictorias en relación con la estrategia económica. Aunque ha dicho repetidamente que quiere levantar el techo de gasto, según sus expertos hasta 100.000 millones de reales (18.000 millones de dólares) en 2023, para tranquilizar los mercados Lula ha elegido como su vice a Gerardo Alckmin, un ex gobernador paulista de centro derecha ya investigado por blanqueo de dinero y corrupción pasiva. Pero al mismo tiempo el temor de los mercados es que no se preserve la autonomía del Banco Central garantizada por una ley de 2021. Establece que el presidente y los directores pueden permanecer en el cargo durante cuatro años con la posibilidad de renovarlo sólo para un segundo mandato. Además, incluso en el caso de un nuevo presidente de la república, el nuevo mandatario no puede interferir en los mandatos ya vigentes.
“Roberto Campos Neto (el actual presidente del Banco Central) no tiene más independencia de la que tuvo Henrique Meireilles en mi gobierno”, dijo Lula, sin embargo, relativizando la importancia de esta ley. También declaró a la cadena de televisión SBT que quiere “negociar nuevas atribuciones” para el Banco Central. “Tenemos que crear un nuevo mecanismo, el Banco Central debe tener otra responsabilidad”, dijo. “El mismo banco que hoy tiene el poder de decidir los tipos de interés y crear objetivos de inflación tendrá que fijar también objetivos de crecimiento económico y de empleo que nosotros crearemos”. La respuesta de Campos Neto fue inmediata. Para él el principal objetivo del banco central sigue siendo “controlar la inflación, mientras que estimular el empleo es un objetivo secundario”.
También en el tema de las privatizaciones, Lula continúa siendo elusivo. En el último debate televisado, al ser preguntado por un posible programa de privatización de empresas estatales deficitarias, el ex presidente se limitó a decir que “no debe haber empresas estatales deficitarias, voy a fortalecer el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el Banco do Brasil y el Banco da Amazonia. Pero si hay una empresa estatal que no sirve para nada, ya está”. Caio Paes de Andrade, presidente de Petrobras, la petrolera nacional en el centro de la investigación por sobornos de la operación Lava Jato y que Bolsonaro querría privatizar en 2023 si es reelegido, había declarado unas horas antes en una conferencia del sector. “Petrobras no quiere retroceder y, al igual que Brasil, nosotros también nos hemos levantado y queremos avanzar hacia la apertura a los mercados”.
fuente: Infobae
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