Opinión | Haití: Un problema nuestro aunque no queramos

 

  • Haití: Un problema nuestro aunque no queramos
Melvin Mañon
Santo Domingo, RD
(I de II)

Haití no tiene petróleo, uranio, tierras raras, ni litio sino pura y simplemente lodo cuando llueve, polvo en la sequía y hambre todo el tiempo.

Nadie tiene una buena razón para invadir Haití con inversiones corporativas en turismo o zonas francas ni con ejércitos ni tropas; no hay quien quiera echarse encima la tarea de poner orden en ese caótico escenario porque, de entrada, todo el mundo sabe que, desgraciadamente, Haití no es un buen negocio para nadie.

Todos los demás países y organismos internacionales pueden darse el lujo de hablar de Haití, proponer, negociar, recordar u olvidar excepto los dominicanos y por una sencilla razón: Haití, con planes o sin planes, con o sin ejército, con y sin bandas armadas, sin necesidad de que nadie intervenga a favor o en contra, es y representa una amenaza fundamental a la dominicanidad. 
Haití es un exportador neto de hambrientos demonizados mientras los culpables disfrutan del anonimato y la impunidad.

Además del consuelo que puede proveer el grito de denuncia dominicano contra la invasión pacífica, pero muy real de los haitianos, a pesar del reclamo reiterado a organismos internacionales para que intervengan y muy a pesar de los primeros esfuerzos dominicanos de aislamiento, cuarentena y separación, la realidad es muy clara pero desagradable: si los dominicanos no entienden que les toca asumir constructivamente el papel de liderazgo en la gestión internacional para la salvación, rescate y estabilización de la nación haitiana, entonces puede que no haya futuro para la nación dominicana.

El caos haitiano tiene capacidad de contagiar y agravar todos los problemas y deficiencias dominicanos por puro contacto, mientras que, a la inversa, la prosperidad y los avances dominicanos no se contagian por contacto sino que requieren de un esfuerzo inteligente, costoso y largo.

Hemos deseado y esperado por décadas que las grandes potencias asumieran el papel de interventores benignos en Haití, sobre todo porque ellas son las causantes de los males haitianos. 

Pero la realidad es que no lo hacen porque simplemente no es buen negocio para ellos hacerlo. Todos esos países pueden teorizar y no hacer nada con el éxodo haitiano pero los dominicanos no pueden darse ese lujo; como he sostenido durante años, no lo entendemos, hemos rehusado hasta el santo día de hoy aceptar que hay un papel que jugar.

Si nosotros no somos actores activos y decisivos en el presente y el futuro haitianos, quedaremos a merced de lo que decidan otros sin nuestro concurso y podemos vernos enfrentando situaciones muy adversas decididas por esas potencias a expensas nuestra.

Sembrando odio vamos a presenciar más de una masacre y luego la comunidad internacional, convenientemente, nos pasa la factura. Nuestro mejor negocio no es demonizar a los haitianos, sino asociarnos activamente a la búsqueda de soluciones.

No es asunto de conspiraciones ni conjuras sino de realismo político. Francia y Estados Unidos son los principales culpables de la tragedia haitiana. Hay que hacerlos que paguen y asuman esa responsabilidad pero Haití está tan enfermo, que ni eso puede hacer.

Nos toca a nosotros ayudar a reclamar esa deuda a nombre del pueblo haitiano y en el proceso, en lugar de demonizar a gente pobre, violenta, atrasada y muerta de hambre, enfrentarnos a los verdaderos culpables.

La buena noticia es que hay solución pero hay que fajarse a labrarla como se muestra en la parte II de este artículo.

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